martes, 26 de junio de 2012

Amor al Papa y a los pobres


En su carta “¿Qué clase de amor al papa?”, el P. Flavio Peloso nos recuerda que en Don Orione, el amor por el Papa se expresa en el servicio a los pobres:

 “Queridos Cofrades, renovemos hoy nuestra adhesión filial al carisma de Don Orione. Nuestro amor al Papa no es para intelectuales (también) sino para “changarines de la caridad” también nos pide la apología de la palabra o de la pluma pero sobre todo "la apología de la caridad", nuestro amor al Papa no comporta particulares estrategias pastorales pero a todos pide la "estrategia de la caridad” 
Don Orione fue el santo "todo cosa de la Iglesia y el Papa" sin embargo es popularmente más conocido como el "santo de la caridad”, "el padre de los pobres, el bienhechor de la humanidad dolorida y abandonada" (Pío XII). Pueda un poco también decirse de nosotros como individuos y como Congregación que somos "papalinos" con las obras de la caridad.

 Al respeto, recuerdo un episodio. Hace algunos años, era consejero, visité en Oradea, en Rumania, el Obispo griego-católico de la ciudad Basile Hossu, hombre maravilloso y bueno. Él contó muchos sufrimientos y humillaciones sufridas durante el período de la dominación comunista, particularmente agresivo contra las comunidades cristianas griego-católicas. Luego se animó hablando de la obra de los Orionino en Oradea: "Vuestra actividad, vuestro modo de ser para los chicos y para los pobres, ha creado en el pueblo un nuevo concepto y una nueva actitud respecto a la Iglesia. Recuerdo que un día, viajando en el coche con el P. Lazzarin, fuimos detenidos por la policía que nos trató de mal modo y hasta desdeñoso hacia mi persona. El P. Lazzarin, para justificarse dijo que teníamos prisa para llegar a Oradea, dónde nos esperaban los Cofrades y los chicos del oratorio. ¿Van del P. Luigi'? el policía interrumpió. 'Sí, somos sus Cofrades'. El policía cambió de tono y se echó a hablar benévolamente del oratorio, de los chicos. ¿Ven? - concluyó Mons. Hossu - la obra hecha por ustedes en el oratorio, para los chicos y para los jóvenes está haciendo amable y estimada a toda la Iglesia de Oradea."


 Otro insigne Pastor de la Iglesia, el cardenal Paulo Evaristo Arns, arzobispo de San Paolo del Brasil, hace unos años indicó a nuestro Pequeño Cottolengo como destinatario de las ofertas de la "campaña de la fraternidad” organizada por la Conferencia Episcopal. Definió aquella gran obra de caridad “el abre puertas de la Iglesia católica en la ciudad". Quiso decir que la obra desarrollada por la Congregación hacia los necesitados, con graves discapacidades mentales y físicas, daba crédito y hacía vecina al pueblo la Iglesia católica y sus Pastores.



Si queres leer la carta completa, clica:

martes, 19 de junio de 2012

Don Orione y el P. Vaccari, sj.: dos amigos con un mismo ideal


En su carta “La única cosa necesaria”, el P. Flavio cuenta un hermosa historia sobre la amistad y estima mutua entre Don Orione y el famoso biblista, P. Alberto Vaccari, sj.

Pensando en una actualización de Marta y a Maria me viene a la mente cuanto ha contado recientemente el card. Ángel Sodano de Don Orione y Padre Vaccari. 

Cardenal Angelo Sodano
“Me preparaba a la licenciatura en teología a Roma, cerca de la pontificia Universidad Gregoriana. Era la primavera del 1952 y visité al Padre Vaccari S.J, conocido biblista sobre cuyos textos muchos de nosotros estábamos estudiando. Ya anciano, él me habló con mucha nostalgia de la tierra de la que provino, la Diócesis de Tortona en Piamonte. El discurso se desplazó luego sobre otra grande figura de su tierra, Don Orione , ahora San Luis Orione, concluyendo finalmente así: “Ese sí que ha hecho el bien, él sí que ha servido de veras a la Iglesia de hoy. En cambio yo he tenido que siempre trabajar entre los papeles, con el hebreo, el griego y el latino sin el contacto directo con los fieles”

P. Vaccari con el Papa Juan XXIII

Sus palabras me golpearon - continúa el card. Sodano - porque poco antes yo había leído en la vida de Don Orione que el Santo de Tortona había dicho, hablando de su coterráneo y amigo: "Cuanto bien puede hacer el p. Vaccari con su enseñanza en el Pontificio Instituto Bíblico. Cuántos pueden así conocer mejor la Palabra de Dios y vivirla. Yo, en cambio, tengo que ocuparme cada día de cosas bien más prácticas, al servicio de muchos chicos y muchos pobres!”.[1] Qué grandes y santos estos dos curas que a veinte años, suscribieron con la sangre una competición a “1° Quien habrá salvado más almas en causa primera; 2° Quién será más santo”. Ambos, de diversa manera, estaban concentrados y enclavados sobre “la única cosa necesaria”: Jesús.[2]

Don Orione en el Colegio "San Filippo" (Roma)


Si desea leer, la carta del P. Flavio, clicar:


[1] L'Osservatore Romano, 3.12.2005, p. 5.
[2]Ya en otras oportunidades les he dicho – don Orione hablaba a sus clérigos – que para amar de verdad el Señor, la Virgen, las cosas santas, la Iglesia, es necesario hacerse una idea fija... Nosotros debemos estar centrados únicamente en el amor y la gloria de Dios y de la Virgen Santísima y la salvación de las almas... ¿Cuál era la actitud de la Virgen hacia Jesús? Ustedes lo saben: ¡no vivía sino para Él! No hablaba que de Él y para Él, sufría y rezaba de buena gana por Él; diría pensaba lo que pensaba Jesús – si le fuese estado posible – tanto deseaba en su amor estar cerca en sus sentimientos, deseos y afectos a los de Jesús... vivir al unísono, en todo, con Jesús” Que linda exégesis de la “única cosa necesaria” de Lc 10,42; in Sui passi di Don Orione, p. 88.

martes, 12 de junio de 2012

Requisa el automóvil del rey


En el contexto del espantoso terremoto de Mársica (13 de enero de 1915) donde Don Orione acudió inmediatamente para prestar la ayuda de su caridad, sucedió el episodio narrado a nosotros por la pluma de Ignazio Silone:

“Estábamos en pleno invierno, ese año particularmente rígido. Nuevas sacudidas de terremoto y borrascas de nieve nos amenazaban. Los asnos, las mulas, las vacas, las ovejas, a causa de la destrucción de los establos, estaban reunidos también en recintos improvisados. Y la noche traía a los lobos, atraídos por el fuerte olor del ganado no más protegido por los establos. La noche en nuestra zona, en esa estación, cae temprano: a las cuatro de la tarde es ya de noche. Era entonces peligroso alejarse de los refugios. En la montaña, totalmente cubierta de nieve, era imposible para los lobos obtener el alimento habitual. Un irresistible hambre los atraía al valle.
El olor de los animales al aire libre los volvía mucho más audaces, temerarios, casi locos. Para mantenerlos lejos era necesario tener permanentemente fuego encendido en cantidad. Durante ciertas noches los aullidos de las fieras no dejaban dormir. Sólo la luz del día traía una tregua.
        Una de esas mañanas grises y heladas, después de una noche insomne, asistí a una escena muy extraña. Un pequeño cura sucio y descuidado, con la barba de unos diez días, vagaba entre los escombros rodeado por un grupo de niños y muchachos que habían quedado sin familia. En vano el pequeño cura solicitaba si había cualquier tipo de medio de transporte para llevar a esos muchachos a Roma.
El servicio de ferrocarril había sido interrumpido por el terremoto, otros vehículos no había para un viaje tan largo. En ese momento llegaron y se detuvieron allí cinco o seis automóviles. Era el rey, con su séquito, que visitaba los barrios devastados. Apenas los ilustres personajes bajaron de sus automóviles y se alejaron, el pequeño cura, sin pedir permiso, comenzó a cargar en uno de ellos a los niños que había recogido. Pero, como era de prever, los carabineros que se habían quedado para custodiar los automóviles, se opusieron y a  raíz de que el cura insistía, nació una vivaz riña la magnitud de la misma llamó la atención del mismo soberano. 
Sin ningún temor, el cura se adelantó y, con el sombrero en la mano, le solicitó al rey que le deje por un poco de tiempo la libre disposición de uno de esos automóviles, de manera de poder transportar a los huérfanos a Roma, o por lo menos a la estación más próxima todavía en actividad. Dadas las circunstancias, el rey no podía decir que no.


Junto a otros, también yo observé, con sorpresa y admiración, toda la escena. Apenas el pequeño cura con su carga de niños se alejó, le pregunté a uno que estaba cerca de mí: “¿Quién es ese hombre extraordinario?”.
Una anciana que le había confiado a su nieto me respondió: “Un cierto Don Orione, un cura más bien extraño” 
Sí, la “extrañeza” de una heroica caridad.

* del libro "Florecillas de Don Orione" de Mons. Andrea Gemma, fdp

martes, 5 de junio de 2012

Los Comunistas de Avellaneda

Palabras dichas el 16 de septiembre de 1937 en la mesa. Contando algunos religiosos italianos las obras y actividades de la congregación en Argentina.

            "En Avellaneda, cerca de Buenos Aires, hay muchos comunistas. Cada tanto hay desordenes, casi todos los días se asesinan y se matan… Los curas no podían poner un pie en esa zona. No podíamos ir ni de noche ni de día. Luego que se desarrollaron las obras de caridad del Pequeño Cottolengo, las cosas cambiaron… Recibimos sus ancianos, sus huérfanos, cargamos sus dolores y los hicimos un poco nuestros, abrimos un dispensario médico gratuito para los obreros…


Y ahora, si vamos de día no solo nos dejan circular, sino que se levantan un poco el sombrero; si vamos de noche y nos reconocen, nos acompañan hasta la puerta. Muchos son comunistas, porque fueron empujados por el hambre. Ven a la burguesía que derrocha y que hace una vida de ocio, mientras ellos pasan hambre y entonces se rebelan.


Si se quiere salvar una sociedad, será necesario ocuparse del pueblo, de la clase más despreciada, más necesitada, mas abandonada…"


 Parola VII, 41