martes, 28 de agosto de 2012

El Corazón de Don Orione en la Argentina

             Apuntes de la homilía del P. Roberto Simionato durante la misa celebrada en el Santuario de la Guardia en Tortona (Italia) el 27 de Agosto de 2000.

Reliquia del corazón de Don Orione
Día de gran alegría, y tal vez, de un poco de tristeza...
Por eso, es importante captar el mensaje que el día de hoy nos deja a todos.
En una palabra, es importante entender el significado de esta partida para que sea fiesta para todos.

El cuerpo de Don Orione está en Italia, porque aquí nació, fundó la Obra, aquí murió. Es un italiano, pero es un italiano universal, católico.
Es un italiano argentino porque vivió allí varios años.
Amó también a la Polonia, quiso la bandera polaca en su cuarto.
De Brasil dijo: “Lo que no pude hacer en vida por el Brasil, lo haré después de mi muerte”.


Y estuvo en Chile, Uruguay. Soñó llegar al Paraguay.
Es español y albanés
Y hoy es africano. Y ahora es un italiano asiático.
Un corazón sin fronteras.
Vivió haciéndose pedazos por los demás. No se guardó nada. Por donde pasó entregó jirones de vida.
Tiene lógica que su corazón parta para Argentina. Porque fue un misionero, porque quiere seguir siéndolo.

P. Roberto Simionato
 Esta partida me dice como Don Orione vivió. Vivió partiendo, dejando su tierra y abriéndose al mundo. No se encerró.
Esta partida me dice como Don Orione murió. Murió en San Remo, pero su corazón estaba lejos de allí. “No quiero morir entre palmas, sino entre los pobres”.
Por eso ahora se va a vivir en medio de los pobres del Cottolengo de Claypole que representan a todos los pobres por los que late ese corazón:
Los pobres de Neza en México.
Los de la Smokey mountajn de Payatas.
De Tocantins o del Africa, de Ucrania o de India.

Hay buenas razones para que vaya a la Argentina:
-    Al despedirse de los amigos argentinos en un mensaje por Radio Ultra, dijo: “Quisiera que mis cenizas descansaran en Claypole con los pobres del Pequeño Cottolengo”.
-        “Vivo o muerto volveré a la Argentina”.
-        “Argentina mi segunda patria”.
-        Los Conferencia Episcopal en pleno lo ha pedido.

Pedido de la Conferencia Episcopal Argentina

      Llevarse el corazón de Don Orione es un privilegio y una responsabilidad.
-        Es un privilegio: ¿cuántos quisieran llevarse el corazón?
-       Es un privilegio porque Claypole se va a convertir en un lugar sagrado para toda la Congregación: el Paterno, este santuario que conserva su cuerpo, Claypole que custodia su corazón.
-  Es un privilegio porque Claypole será un santuario de caridad, meta de peregrinaciones. Claypole verá una procesión incesante de fieles devotos, permítanme hacer esta fácil profecía. 

Y es por eso que el privilegio se convierte en una responsabilidad:
-        Los argentinos tendrán que tener un corazón que se parezca un poco más al de Don Orione. No se puede ser depositarios del corazón de Don Orione y dejar que en nuestro corazón aniden pensamientos obscuros.
-        Tendremos que tener un corazón alegre, generoso, capaz de amar, de acometer empresas grandes por la iglesia, por los pobres.

Habrá que buscar ¿Cuál es el secreto del corazón de Don Orione?
Es Jesús!
Si entra Jesús se van todos los males.
Señor ¿a quién iremos? Tú solo tienes palabras de vida eterna.
“Un cuore senza confini perché dilatato dalla carità del mio Dio Gesù Crocifisso: Io sono niente: tutto è Gesù”. [un corazón sin fronteras dilatado por la caridad de mi Dios, Jesús Crucificado: yo soy nada, todo es Jesús]

 
Queridos jóvenes, déjense conquistar por Jesús. Yo estoy seguro que Dios a todos nos pide algo más, pero especialmente a los jóvenes.
Les repito el llamado del Papa:
Que este jubileo fructifique en un nuevo florecer de vocaciones a la vida religiosa.
“Si alguno de Uds., queridos jóvenes, siente la llamada del Señor a darse totalmente a E1 para amarlo “con corazón indiviso”, que no se deje paralizar por la duda o el miedo. Que pronuncie su propio “sí” sin reservas, fiándose de Él que es fiel en todas sus promesas.
La presencia de tantos jóvenes nos ayuda a mirar con confianza el futuro de la Congregación y de la iglesia.
Gracias, Don Orione, por este día.
Danos muchos días como éste.

martes, 21 de agosto de 2012

Los Zapatos de Don Orione


             Una de las cosas más impactantes al acercarse a la urna que contiene el cuerpo de Don Orione en el Santuario de la Guardia (Tortona), es ver qué viejos y descoloridos están los zapatos que calza el Fundador, y comprobar incluso que uno de ellos tiene un agujero en la suela.
            Cualquier peregrino distraído podría pensar que se trata de un descuido, pero los zapatos usados responden a la pobreza evangélica que Don Orione abrazó en vida.


            Por ello, recorramos algunos pasajes de su vida para dilucidar esta afirmación.

            En su libro “Florecillas de Don Orione”, Mons. Gemma nos narra un simple y concreto gesto de caridad de Don Orione:

 “… de regreso a pie de una misión predicada en un pueblo de montaña, [Don Orione] golpeó a la puerta del párroco de Borgoratto Marmorolo (PV) y fue huésped tan grato como inesperado. Estaba empapado y cansado. Se cambió de ropa, comió y recibió como regalo un hermoso par de zapatos nuevos que calzó de inmediato en lugar de los viejos, como siempre destrozados.
Se encontraba en la casa del párroco el Dr. Alberto Bernardelli quien al escuchar  el deseo de Don Orione de proseguir lo antes posible, se ofreció a acompañarlo en su propio calesín hasta Casteggio.
Partieron por la mañana y al llegar a Fornace di Staghiglione hubo una parada pues el médico debía hacer una visita. Mientras tanto un mendigo mal vestido se acercó a Don Orione, que permaneció solo en el calesín, y le solicitó una limosna. Don Orione no lo pensó mucho: se desató los zapatos nuevos que tenía en los pies y se los dio al pobre poniéndose nuevamente los gastados todavía empapados; y de los dos no se podría decir quien era más feliz”.[1]

            Con el tiempo, sus religiosos y la gente aprenderán a reconocer a Don Orione por sus zapatos viejos y gastados.
            Un hecho risueño es que en cierta ocasión nadie reconoció a Don Orione con zapatos y ropa nueva, los cuales obviamente eran prestados.
“El Arzobispo de Reggio Calabria, Mons. Rousset, daba habitualmente cada año un solemne banquete con invitados, en ocasión de su onomástico. Un año invitó también a Don Orione. Éste partió de Messina y llegó a la cita totalmente presentable: la barba bien afeitada, hábito y sombrero nuevo, zapatos discretos y una amplia capa a la siciliana. Un Don Orione extrañamente elegante: ¡una rareza!
El P. Paolo Albera, antiguo compañero de seminario y luego de apostolado, presente también él en Sicilia después del terremoto y entonces administrador del comedor episcopal, lo mira de pies a cabeza y le dice en voz alta: «¿De dónde sacaste todas estas cosas? ¿De dónde las robaste?»
«¡Cállense» -replica Don Orione- «no me avergüencen! Todo lo pedí prestado para la ocasión a cuatro personas distintas. Si hubiese venido con mi capa, mis zapatos, mi sombrero, con mi hábito, me hubieran echado afuera como a ese de la parábola evangélica...»”.[2]

            Otro hecho interesante ocurrió en un pueblito llamado Staghiglione, donde Don Orione fue a predicar en ocasión de la primera misa del P. Risi, el 17 de junio de 1900. Los parroquianos estaban expectantes de conocer al joven fundador y superior de una nueva congregación. Al terminar la lectura del evangelio, un sacerdote salió de la sacristía, hizo una genuflexión y subió al pulpito. Aquellos que se encontraban más cerca, luego de ver sus deformados y desvencijados zapatos, comentaron: “¡Ese no es Don Orione! ¡No puede ser!”.[3]
A los segundos de comenzar su homilía, la gente comento en dialecto: “L'é lú” (Es él, es él).

En una carta colectiva en ocasión de la Pascua, Don Orione contará con sentido del humor lo sucedido un día en que se encontró sin zapatos:
“Hace Algunos meses el arzobispo de Milán, el Card. Schuster, después de visitar el Pequeño Cottolengo de Milán, le dijo a nuestro P. Sterpi: - «Escríbale a Don Orione que si llega a volver de América con plata, no lo voy a reconocer más como Don Orione».
Cuando me llegó el mensaje, me pasé un cuarto de hora de hilaridad, porque justo en ese momento, yo no tenía zapatos, por lo que no podía salir de mi habitación (...) Pareciera que el Señor me hubiera dicho: pondré enemistad entre ti y el dinero”.[4]

 
Por último, en su carta “la Pequeña Obra es para los pobres”, el P. Flavio Peloso nos recuerda un hecho ocurrido luego que el cuerpo de Don Orione fue embalsamado:
“Delante de la urna de Don Orione, veremos una vez más sus viejos y deformados zapatos, con el agujero en la suela. Mirando esos zapatos volveré a pensar en lo que escuché a la Doctora María Venturini, del equipo médico del Profesor Mons. Gianfranco Nolli que trató el cuerpo de Don Orione.
«Cuando lo revestíamos -cuenta la experta anatomopatóloga-, los sacerdotes nos dieron un par de zapatos nuevos para sus pies. Se los pusimos pero, extrañamente, por la mañana los encontramos sacados. Lo intentamos de nuevo por la tarde y por la mañana los encontramos de nuevo fuera de los pies. Don Ignacio Terzi con una motivación que nos pareció un tanto devota, nos dijo que tal vez Don Orione no quería zapatos nuevos, sino usados, de pobre. Le pusimos un viejo par de zapatos. Le calzaron bien. Son esos que todavía están en los pies de Don Orione»”.[5]


             Al ver el cuerpo de Don Orione calzando unos zapatos viejos recordamos cuán grande fue su amor por los pobres, y qué generoso fue su corazón.
Por eso, cuando vayan al Santuario de la Guardia, recuerden que los restos mortales del Fundador esperan la vuelta del Señor, como Don Orione lo quiso: usando zapatos de pobre.

P. Facundo Mela fdp



[1] A. Gemma, I fioretti di Don Orione, Bologna, Edizione Dehoniane Bologna, 20022, 99-100. [traducción inédita]
[2] A. Gemma, I fioretti di Don Orione, Bologna, Edizione Dehoniane Bologna, 20022, 119. [traducción inédita]
[3] Cf. A. Gemma, I fioretti di Don Orione, Bologna, Edizione Dehoniane Bologna, 20022, 101-103. [traducción inédita]
[4] Carta circular a todos sus hijos e hijas, Buenos Aires, Pascua de 1936.
[5] F. Peloso, “Resti ben determinato che la piccolo opera è per i poveri” (“Quede bien establecido que la Pequeña Obra es para los pobres”), Atti e Comunicazioni della Curia Generale (Don Orione), 64, 231 (Enero-Mayo 2010) [traducción inédita].

lunes, 13 de agosto de 2012

La historia de San Pacomio


Mientras viajaba en el Vapor “Re Vittorio” (24 de Junio de 1922), Don Orione contaba la historia de San Pacomio, un soldado romano que se convirtió por el testimonio de la caridad cristiana.

Además, la unidad en la variedad y multiplicidad constituye y mantiene la paz entre los hombres. En los Hechos de los Apóstoles se celebra ese solo corazón y esa sola alma en la multitud y variedad de fieles. Este es el hecho que, en los primeros días de nuestra Santa Iglesia, edificaba más a los gentiles, que decían: –Mirad cómo se aman los cristianos. Estarían prontos a morir uno por otro. Así lo refiere el antiguo escritor Tertuliano, en el Apologético.

 En una ardiente jornada del siglo IV de la era cristiana, un soldado romano entraba con su legión en Tebas, Egipto. Era de familia pagana y se llamaba Pacomio. Sus compañeros, extenuados, por la fatiga y el hambre, empezaron a sucumbir, cuando de las casas y locales cercanos salieron hombres, mujeres y niños que, llevados por la compasión, los socorrieron, quien curando heridas, quien dándoles alimentos y bebidas para reanimarlos, con delicadeza y paciente solicitud. Pacomio preguntó quiénes eran esos desconocidos benefactores y le respondieron que eran cristianos. Por la noche, Pacomio no durmió; meditó y lloró. Sintió que entraba en una grande y divina luz, en una grande y divina oleada y vida de dulcísima y soberana caridad.

Pacomio sintió que sólo Dios, “que lo llena todo”, es consuelo para el alma y verdadera alegría y felicidad para el corazón. Se sintió fascinado por Dios y sin embargo libre en Dios con la más alta libertad de los hijos de Dios, y que Cristo-Dios había nacido en él, estaba vivo en él, ardía en su pecho. Cristo había sido edificado en él por la caridad de aquellos cristianos, de aquellos hermanos concordes en la caridad del Señor. Cristo surgía de la caridad y era caridad. Comprendió que de la humanidad de lo verdadero y de la verdadera Fe nacía esa unión cristiana de los espíritus, y de ésta el deseo vivo de hacer el bien a los demás. Su espíritu sintió cuán verdadero era lo que varios siglos después escribiera el santo autor de la Imitación de Cristo, como humilde hijo de San Benito: “Nada hay elevado, ni grande, ni grato, ni acepto, sino Dios y lo que es de Dios” y “una chispa de caridad verdadera vale mucho más que todas las cosas terrenas, llenas de vanidad” (Imit. de Cristo, Lib. I).

 Pacomio no durmió esa noche; Jesús estaba en su pecho, lo había sacado de un abismo de tinieblas a una luz, a una vida nueva y divina; Jesús lo llamaba a Sí con la dulcísima y celestial fuerza de la caridad. No pudiendo resistir más y queriendo libremente seguir a Cristo, salió de su tienda y agitando la espada hacia el cielo exclamó: ¡Oh Dios de los cristianos, que enseñas a los hombres a amarse tanto unos a otros, también yo quiero ser uno de tus adoradores! Poco tiempo después aquel soldado recibía el bautismo, se convertía en un santo y se unía al gran San Antonio abad para conducir a las soledades de Egipto esas legiones de solitarios que cultivaron por mucho tiempo las tierras, la industria y las letras y, sobre todo, la santidad en la fraterna y dulce caridad. Su alma guerrera, que nunca había sido domada por las armas, fue vencida por la caridad. ¡Qué bella es esa virtud! El mismo Paraíso no sería Paraíso sin caridad, porque un Paraíso sin caridad sería un Paraíso sin Dios.


miércoles, 8 de agosto de 2012

El P. José Dutto: Un regalo de la Providencia


La primera referencia que tuve sobre el P. Dutto[1] fue que casó a mis abuelos en 1939, cuando era párroco en Pompeya. Entonces no entendía mucho quien era este sacerdote, pero me deba cuenta que había sido alguien importante por el modo que se hablaba de él.
El P. José Dutto, podemos decir, fue un regalo de la Providencia para la Congregación.
El 14 de Octubre de 1922 falleció el P. Julio Quadrotta[2], y durante la misa de exequias, Don Orione miró a dos sacerdotes diocesanos presentes, y con gran confianza le pidió a Dios que alguien tomase el lugar del sacerdote difunto: “Señor me has quitado al P. Quadrotta a quién necesitaba tanto. Dame en su lugar a uno de estos dos jóvenes sacerdotes”. Confiado en la Providencia, no volvió a Tortona esa noche.
Al día siguiente, el P. José Dutto, entonces vicario parroquial del Sagrado Corazón y uno de los dos sacerdotes a quienes Don Orione miró, fue a la colonia de San Antonio y para pedir la dirección de Don Orione, pues quería enviarle una carta pidiéndole consejo sobre su vocación misionera.
Para su sorpresa, no necesito pedir la dirección del Fundador, ya que el mismo Don Orione lo recibió paternalmente y lo invitó colaborar en su obra misionera, diciéndole que este  era el deseo de Dios. Lleno de dudas y un poco turbado, el P. Dutto hizo un retiro espiritual para discernir la voluntad de Dios, y el 4 de diciembre de ese año ingresó en la Congregación.
            Mientras se preparaba para ingresar, le escribió a Don Orione: “Si un día consigo ser parte de los Hijos de la Divina Providencia, le ruego desde ahora, ¡ayúdeme a ser santo! Si por cobarde inconstancia olvidara este propósito, recuérdemelo” (carta del 27 de octubre de 1922).
            Al poco tiempo de ingresar fue destinado a Argentina, llegando a este país el 5 de mayo de 1923. Ya en su nuevo destino, el P. Dutto será uno de los hombres de confianza del Fundador y unos de los pilares de la naciente presencia orionita. 

P. Carbone (predicador), Don Orione, P. Zanocchi, P. Dutto y P. Montagna.

 
El P. Enzo Giustozzi, con algo de picardía, solía contar que la “tradición oral” llamaba “el Sanedrín” al trío compuesto por los PP. Zanocchi, Di Salvatore y Dutto, a través de los cuales Don Orione dirigía la Obra en Argentina.
            El primer destino del P. Dutto será la Colonia de Marco Paz, donde sufrirá una terrible experiencia dado los problemas con las autoridades de la misma.
En marzo de 1924 será enviado a la parroquia “La Sagrada Familia” en el Puerto de Mar del Plata, donde desarrollará una increíble labor pastoral entre los pescadores.
A raíz de la invitación de un vecino y amigo del Véneto (Italia), visitará el actual barrio “San José”, y se ocupará del cuidado pastoral de dicha zona, dando comienzo al Oratorio “Santa Teresita”, base de lo que luego sería la parroquia “San José” de Mar del Plata.
Siendo párroco de “La Sagrada Familia”, invitará a los pescadores a dar gracias por la pesca abundante, dando así comienzo a la actual Fiesta Nacional de los Pescadores.
En el transcurso de los años, la comunidad marplatense le dedicará una de la calles del Puerto como prenda de gratitud y cariño.
Al volver Don Orione a la Argentina por segunda vez en 1934, el P. Dutto se trasladará a la casa de Carlos Pellegrini para colaborar con el Fundador.
En 1937, fue nombrado párroco de Pompeya, y en 1940, Superior Provincial, al ser elegido Vicario General al P. Zanocchi. 

Don Orione, Mons. Cortesi y el P. Dutto, en la actual Casa Provincial, 1935
 
            En el III° Capítulo General (1952) fue nombrado superior de la provincia de San Marciano (Norte de Italia), cargo que acepto con dolor, pues significaba dejar la Argentina. Desde 1955 hasta 1958, fue rector del Santuario de la Guardia de Tortona. Fue elegido Consejero General en el IV° Capitulo General (1958) y nombrado Procurador de la Congregación en el V° Capitulo General (1963).
            Durante sus últimos años en Italia, recordaba con mucho cariño sus casi treinta años en Argentina, al punto que algunos dicen que “lloraba penas argentinas” al encontrarse con algún misionero italiano de regreso.
Don Orione lo definió como un religioso óptimo, de gran piedad, inteligente, de vasta cultura y fervoroso.
Entre otras cosas, Don Orione le encomendó el cuidado del boletín de la Congregación en Argentina, pues decía el Fundador que el P. Dutto “escribe muy bien en castellano”[3]. Incluso el Instituto Argentino-Hispano, le otorgó un título académico en Octubre de 1966. Escribió también la biografía del P. Zanocchi, la historia de las actividades de los primeros hijos de Don Orione en el Chaco, y también tradujo diversos escritos de Don Orione.
Es recordado por su dedicación pastoral y amor al pueblo de Dios, así contaba mi abuela. Como también por su gran estatura, sus manos grandes, su carácter fuerte, y por haber sido un hombre de confianza del Fundador y un pilar de la naciente provincia Argentina.

P. Dutto (al centro) junto al Papa Pablo VI y el P. Zanatta



[1] P. José Dutto, de Boves (Cúneo, Italia), muerto en Cúneo el 22 de Octubre de 1967, a 76 años de edad, 42 de Profesión y 52 de Sacerdocio.
[2] P. Giulio Quadrotta, de Roma, muerto en Cuneo el 14 de Octubre de 1922, a 30 años de edad, 10 de profesión religiosa y 7 de sacerdocio.
[3] Carta a Sciaccaluga, Buenos Aires, 10 de Agosto de 1935.