martes, 22 de abril de 2014

La Virgen “sembrada”



 También la morada del Santa Chiara debía ser abandonada. Vencía el contrato de locación con la comuna y no había posibilidad de renovarlo. Don Orione había puesto los ojos en un edificio que estaba precisamente frente al colegio Santa Chiara, en la calle Emilia. Era de propiedad de la curia episcopal y el obispo había hecho allí la sede de los  oblatos diocesanos. Se llamaba precisamente casa para los oblatos.
Por otra parte, desde febrero de 1901 monseñor Bandi le había propuesto a Don Orione comprar la casa para los oblatos. Al Obispo le venía bien el dinero para saldar las deudas de la curia. Ahora, al aproximarse el vencimiento decenal del contrato con la comuna, Don Orione sintió el fuerte deseo de que la casa para los oblatos pasara a él para colocar allí a sus jóvenes.


Ya desde hacía tiempo había puesto los ojos en esa casa, más aún, según su costumbre, le había confiado el cumplimiento de tal deseo a la Virgen Santísima.
He aquí como hizo, según lo que él mismo le narró a un sacerdote amigo de la Obra, que lo refiere.
“Todas las veces que él atravesaba el patio de dicha casa para los oblatos y el huerto -jardín adyacente, que va hacia la calle Carlo Mirabello, le parecía sentir como un gran deseo en el corazón, que expresaba con esta exclamación: “¡Oh! ¡si esta casa fuese mía!...” Y luego no deponía el pensamiento como una tentación de tener algo de los demás, mas transformaba la exclamación en una invocación a la Virgen: “¡Oh si la Virgen me concediera esta casa para mis hijos!”
Un día en que sentía más viva esta voz en el corazón, tuvo un pensamiento: tomó la estatuilla de la Virgen, la cerró entre dos tejas y, textuales palabras de Don Orione: “sembró a la Virgen en un rincón del huerto”.
Pasó un tiempo. El Obispo se sintió movido a cederle la casa que fue centro de la Obra. Un día, cuando Don Orione había ya olvidado todas esas travesías, un fraile suyo ermitaño, zapando en el jardín, descubrió ese... tesoro. Lleno de estupor corrió a llamar al director que estaba en el estudio, diciendo: “Encontré a la Virgen sepultada en el huerto!”. “Yo, verdaderamente -concluía Don Orione- había olvidado el hecho, mientras la casa había pasado a nuestra propiedad. Era la Virgen la que se había adueñado de la casa y la había pasado de las manos del obispo a mis manos, de un modo que yo no habría pensado nunca. ¡Ves qué buena es la Virgen! ¡Ella es la verdadera madre y patrona de esta casa!”


Como se sabe, esto de “sembrar a la Virgen” será el modo característico y luego habitual de Don Orione, para empeñar a la Virgen santísima a conceder determinados lugares considerados necesarios para el cumplimiento de sus iniciativas de bien” (DOLM. 96 - 98).


Fuente: “Florecillas de Don Orione” de Mons. Gemma.



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