miércoles, 4 de marzo de 2015

Para comenzar... un bofetón



Que Carolina Feltri, madre de Luis Orione, fuese una madre cristiana en el total sentido de la palabra, no se pone en duda.
“He tenido una madre -dirá el mismo Don Orione más tarde- que no sabía ni leer ni escribir, pero estaba tan llena de sentido común que, cuando más envejezco, más me doy cuenta de qué mujer era. Entonces ella iba con frecuencia a comulgar y rezaba por nosotros y por mi padre, que no había perdido la fe pero, como había sido educado en la milicia y había quedado huérfano de niño, no era católico practicante. Cuando mi madre volvía de la iglesia nos decía:
“He tomado la comunión, o, mejor, he recibido al Señor; y he rezado primero por ustedes y luego por mí”.
¡Oh el amor de una madre que se quita el pan de la boca para dárselo a los hijos y no se viste para vestir a los hijos y muere por darle la vida a ellos! Cuántas madres han muerto por ésto! Nos decía, entonces, mi madre:
“He rezado por ustedes, he recibido al Señor por ustedes y luego por mí...” (D.O. I, 60).
Todas las biografías recuerdan con gusto el primer encuentro de Carolina Feltri con aquel que sería su esposo, Victorio Orione. Este había nacido en Tortona el 3 de diciembre de 1825. Había transcurrido en los cuarteles el período más hermoso de su juventud, que correspondía a uno de los períodos más activos de nuestra historia patria, desde 1845 a 1854. 

Victorio Orione, soldado, en 1848 se encontró de paso por Pontecurone... Pero dejemos que nos narre el episodio el mismo Don Orione:
“Era el año 1848 y pasaban por Pontecurone, mi pueblo, los soldados que iban a la guerra. Una tropa se detuvo en el lugar y algunos militares fueron a comer en la hostería en donde mi madre trabajaba como camarera. Al ver a esa niña que servía la mesa con desenvoltura, algunos de esos soldados se permitieron decirle algunas palabras un poco atrevidas... Ella le dio un bofetón al que tenía más cerca y callada siguió con su trabajo...
Le dijeron después que el infortunado se llamaba Vittori D'Urión (Victorio Orione). Mi padre hizo luego ocho años de soldado. Al volver a Tortona, fue a Pontecurone a ver si esa camarera era todavía soltera, pensando entre sí: “¡Esa jóven debe tener la cabeza en su lugar!” (D.O. I, 4).
Y fue su esposa.

 El matrimonio fue celebrado el 11 de febrero de 1858, en la Iglesia colegial de Santa Maria Assunta en Pontecurone. El tenía treinta y tres años, ella veinticinco.
Se ha hecho notar con sorpresa que el mismo día, casi a la misma hora, en Lourdes, un pueblo desconocido de los Pirineos franceses, la Virgen santa se le aparecía a Bernardita Soubirous, para dar comienzo a ese fenómeno que no necesita ulteriores explicaciones: ¡Lourdes!
¡Coincidencia también ésta!
Entre tanto es un gusto notar que ya sea allá en Lourdes como aquí en Pontecurone, la pedagogía del Señor Dios, así como emerge de toda la historia de la salvación, es siempre igual a sí misma: la elección de pequeñísimos instrumentos para cumplir grandes cosas... Allá una muy humilde niña analfabeta y enferma, aquí dos jóvenes pobres sin otra riqueza que su honestidad...




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