miércoles, 19 de agosto de 2015

".. sin perder coraje y adelante en el Señor..."



             En esta carta, el entonces Hno. Juan Carminati nos trae un hermoso testimonio de la preocupación pastoral y el amor por los enfermos dispersos en la zona rural. Los caminos, las dificultades y las distancias no eran obstáculo para llevar el Jesús a los pobres. Así le escribía a sus compañeros que estaban en Italia:


            “Ahora si me permiten paso a contarles un poco de nuestra vida. 

El otro día, lunes 25 del corriente, vinieron a llamar un cura para un enfermo. Nos indicaron el lugar que era a unos 8 km de aquí, después del almuerzo fui en compañía del P. Lorenzetti, él llevaba a Nuestro Señor bajo el sobretodo y el subscripto manejaba el caballo; se iba en una volanta. En los días anteriores, tuvimos mucha lluvia y se esperaba un viaje medio escabroso, pero no fue así, en lugar de ser medio, fue del todo; porque se comenzó a atravesar algunas calles de esta ciudad (?) todas alegadas con más o menos medio metro de agua, entonces imagínense los 8 kms, en ciertos puntos el caballo estaba con el agua hasta donde terminen las piernas, eso es hasta la panza.
  El otro día, lunes 25 del corriente, vinieron a llamar un cura para un enfermo. Nos indicaron el lugar que era a unos 8 km de aquí, después del almuerzo fui en compañía del P. Lorenzetti, él llevaba a Nuestro Señor bajo el sobretodo y el subscripto manejaba el caballo; se iba en una volanta. En los días anteriores, tuvimos mucha lluvia y se esperaba un viaje medio escabroso, pero no fue así, en lugar de ser medio, fue del todo; porque se comenzó a atravesar algunas calles de esta ciudad (?) todas alegadas con más o menos medio metro de agua, entonces imagínense los 8 kms, en ciertos puntos el caballo estaba con el agua hasta donde terminen las piernas, eso es hasta la panza. 

Más de las veces estuvo por caerse; si el Señor, a quien teníamos con nosotros, no nos hubiese ayudado, ¡quién sabe qué terribles hubieran sido los baños! Finalmente, a los 8 kms, llegamos, pero preguntando por la enferma, nos respondieron que su rancho estaba detrás de algunos arbustos que se veían cerca de un gran monte, fuimos con la volanta a los arbustos y un poco más adentro, porque aquí muchas veces hacen sus viviendas en medio del monte. Después de hacer 4 o 5 kms, miramos a derecha e izquierda y no se veía nada de nada, resolvimos entonces volver para atrás y preguntar a aquellos de los 8 km, si no indicaban mejor el rancho y preguntarles si tal vez conocían a la enferma. 

La respuesta no podía ser más sorprendente porque, con la máxima indiferencia del mundo, nos respondieron que la pobre moribunda era su madre, entonces le pedimos a un chico que viniera a acompañarnos y lo permitieron. Nos internamos en el monte hasta donde habíamos llegado antes y preguntamos al guía si la casa está todavía lejos, y nos responde que no estaba lejos, pero solamente detrás de la punta del monte, o mejor delante, donde se veía un espacio sin vegetación, se llego allí también, pero no se podía ver nada, y entonces, siempre con el caballo al galope, en medio de tantos peligros que nos ofrecen la vegetación de un tupido monte, atravesamos el espacio y finalmente el guía nos dijo: “allaité la choza de chesy jasu”, allí lejos se ve, nos dijo, el rancho de mi madre enferma. Nosotros dos miramos, pero el rancho no se podía divisar por la distancia. Pero sin perder coraje y adelante en el Señor. Finalmente después de 5 kms en dichos parajes se pudo distinguir un rancho muy lejos y… llegamos. 


 El sacerdote y el seminarista de Don Orione no miraron los sacrificios en pos de hacer el bien a los pobres, yo le dijo a esa gente, mientras el Padre Lorenzetti confesaba a la moribunda. Al terminar todo, retomamos el camino de vuelta; le decía al P. Lorenzetii, en buen [dialecto] véneto, tengo que estar preparado para bajar de la volanta en aquellos lugares donde el agua está muy alta y acompañar al caballo con la mano, porque si se cae, ¡chau, perdemos todo! Después, si se nos rompía una rueda a causa de los profundos pozos que había… si nos hubiésemos resbalado… volvimos a las 7 ½ de la tarde, oscuridad, agua, pozos peligrosos (y muchas otras cosas había en la zona y las cuales son peligrosas). Pero trabajando para el Señor no se pierde jamás, porque Él ayuda y protege como a los suyos con el Libro Sagrado. Ñandejara, como aquí llaman al Señor, es muy bueno con todos, si después se habla de Tupasy, que es la Virgen, es ella la bondad personificada”.


Fuente: Archivo Don Orione - Roma.


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